Un documental que no terminé de ver, Grey Gardens, (HBO hizo después algo con Glenn Close y Drew Barrymore) acerca de las dos mujeres que vivían en una mansión en literal estado de descomposición me viene a la mente ahora que ando pensando en los intereses pasajeros, en ese vicio clasemediero: tener aficiones terriblemente intensas y terriblemente fugaces.
Eran dos mujeres enfermas y enloquecidas, envueltas por pestilencias y basura, por hierbas incontrolables y por moscas, mordidas por los piojos y con el recuerdo de ser parientas cercanas de la ex primera dama Jackie Kennedy, y eso, de algún modo extraño se conecta –quizá sólo se conecta porque quiero conectarla pero en realidad no hay nada ahí– con las aficiones fugaces. Porque a aquellas mujeres el recuerdo les quedaba demasiado lejos; pero al mismo tiempo era una especie de espejo en el cual no podía evitar verse reflejadas. Era la paradoja que las alimentaba: saber lo que fueron y no poder evitar saber lo que fueron; estar hundidas en un presente fétido y conservar en la memoria un pasado prístino, un pasado idílico, cada vez más limpio, cada vez más lleno de posibilidades.
Tal vez las aficiones pasajeras funcionan del mismo modo: son las buenas intenciones que nos permiten mirar un poco por encima de nuestro entorno. Importa muy poco que estemos envueltos en mierda: sabemos que tuvimos algo más; que estuvimos conectados con alguna otra cosa que por fortuna se quedó más allá, protegida.
O quizá no. Quizá el documental es una tragedia y nada tiene que ver con las aficiones pasajeras.